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El 23 de febrero, una semana después de que se iniciaran las protestas en Libia contra la dictadura imperante durante 40 años, Muamar el Gadafi reaparecía ante las cámaras de televisión para pronunciar un largo discurso en el que zanjaba las especulaciones sobre su salida del país: “Yo no me voy a ir con esta situación. Moriré como un mártir”. Así de desafiante se mostraba el dictador libio que además cargaba contra la comunidad internacional y las cadenas de televisión extranjeras culpándolas de distorsionar la realidad y “trabajar para el diablo”.
El discurso se producía tras el segundo día consecutivo en el que el régimen reprimía a los manifestantes sirviéndose de cazabombarderos y helicópteros. Los datos sacados a la luz por Human Rights Watch revelaban que en este periodo de tiempo habían muerto 62 personas en la capital Libia. Gadafi negaba haber empleado la violencia y llamaba a sus partidarios a defender su régimen: “Los que queréis a Gadafi, formad comités populares y atad a éstos jóvenes en casa”.
La ONU, ante dos días de represión del régimen libio, exigía una investigación internacional. Navi Pillav, la alta comisionada para los derechos humanos, catalogaba de inconcebible “la insensibilidad con la que las autoridades libias y sus empleados armados disparan ráfagas de proyectiles contra manifestantes pacíficos”.
Varios diplomáticos libios daban la espalda a Gadafi y Andel Moneim al Huni, representante de Libia ante la Liga Árabe, se oponía también al dictador argumentando que “el régimen ha fracasado miserablemente y Gadafi debe abandonar”. Lejos de hacerle caso, Muamar el Gadafi comenzaba al día siguiente (24 de febrero) su contraataque. Los opositores habían ocupado Tobruk y Musratha y las fuerzas del dictador controlaban de forma implacable Trípoli, Zauiya y Sabratha para evitar que la revuelta se extendiera al oeste del país. Gadafi luchaba por mantener el control de las principales ciudades de Libia y advertía a sus opositores de que si las revueltas no cesaban el grifo del petróleo podría cerrarse.
A estas alturas del conflicto de Libia, los fondos que el dictador libio y su familia podían tener en el sistema bancario de Suiza se habían bloqueado para impedir su desvío. Esta medida estará en vigor durante tres años.
Carmen Rosillo.
Licenciada en Periodismo.
Área de Periodismo Digital Euroinnova.
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